INTERNACIONAL
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La ONG Prisoners Defenders elevó el martes hasta 1.062 la cifra de personas que considera como presos políticos en Cuba, frente a los 1.052 registrados en octubre pasado.
La organización, con sede en Madrid, detalló en su informe al cierre de octubre que en los últimos seis meses añadió a su lista «96 nuevos presos políticos».
El documento publicado en la página web de la ONG registra entre los detenidos a 34 menores de edad, de los cuales 28 cumplen sentencia y seis están siendo procesados penalmente.
Agrega que 224 manifestantes, de los 1.062 prisioneros políticos, han sido acusados de sedición y al menos 209 ya han sido sentenciados a un promedio de 10 años de privación de libertad cada uno.
Prisioners Defenders denunció además que hay 118 prisioneras (incluyendo varias transgénero), «que siguen aún con autos y condenas políticas y de conciencia».
«Todas las mujeres trans en prisión de conciencia han estado y están encarceladas entre hombres, lo cual sucede también con las presas trans comunes, sufriendo situaciones, entre hombres, indescriptibles para su condición sexual», alertó la organización.
El reporte mencionó el Examen Periódico Universal (EPU) que Cuba presentará el 15 de noviembre ante el Consejo de Derechos Humanos. Según PD, «los cargos de la judicatura y la fiscalía en Cuba se ganan por proposición del Partido único».
Esta es una revisión de la situación de los derechos humanos que todos los países llevan a cabo cada cuatro años y medio y en la que los Estados reciben recomendaciones de sus iguales.
«Cuba se enfrenta a la peor crisis económica desde el Periodo Especial», advertía ya a inicios de 2023 el reconocido economista cubano Carmelo Mesa-Lago, en un artículo publicado por el Cuban Research Institute de la Universidad Internacional de Florida.
Y los ciudadanos reaccionan a ese deterioro socioeconómico, que Mesa-Lago considera «un segundo Período Especial» ─en referencia la crisis que siguió a la caída de la Unión Soviética en 1991─ en tres formas fundamentales: protestas públicas, éxodo masivo y abstencionismo electoral.
Los extremos ideológicos tradicionales, según Mesa-Lago, acostumbran a culpar de esta crisis a una causa única: o bien a la ineficiencia del sistema de planificación centralizada y predominantemente estatal del régimen comunista, o bien al embargo o «bloqueo» económico estadounidense.
Pero, en su visión, la crisis es multifactorial y refleja también otros factores, como el deterioro de los lazos económicos con Venezuela (envuelta en sus propias crisis) o el impacto de la pandemia de COVID-19 y de la guerra en Ucrania (que disparó los precios de los alimentos y combustibles).
A una economía tan abierta como la cubana, que importa casi el cien por ciento de los alimentos de su canasta básica (ofertada a precios subvencionados a través de una cartilla de racionamiento), «evidentemente, cualquier deterioro de los términos de intercambio la va a afectar más que a otros países», confirma a DW, desde La Habana, Omar Everleny Pérez, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC).
vA un mes de concluir, Everleny Pérez describe el 2023 como un año «de gran inestabilidad económica, de crisis económica profunda, de bajo crecimiento económico, de poco crecimiento industrial, de desabastecimiento agudo de alimentos y medicinas, de falta de combustible, de inflación».
La zafra azucarera, «una de las más bajas de la historia», dice, no supera las 350 mil toneladas y no cubre ni siquiera la mitad de las necesidades del país. El déficit fiscal sigue siendo alto. Los ingresos no se incrementan lo necesario para los gastos que tiene el presupuesto. La inflación sigue creciendo. El índice de precios al consumidor de septiembre de 2023 se ubicó en 330,31 por ciento con respecto a la base de 2010, enumera.
Además, «las inversiones siguen distorsionadas, se sigue invirtiendo más en construcciones hoteleras que en la industria de la agricultura», apunta el exdirector del CEEC. Así, por ejemplo, la agricultura solamente ha recibido este año el 40 por ciento del combustible, el 4 por ciento de los fertilizantes y el 20 por ciento del alimento animal que necesita, ilustra.
Como consecuencia, la producción de huevo ha disminuido de 5 millones diarios en 2020 a 2,2 millones en 2023: «Lo que alcanza solo para 5 huevos mensuales por persona», explica. Asimismo, describe como «tensa» la situación del programa porcino en el país, un gran consumidor de carne de cerdo: Cuba llegó a producir 199 mil toneladas en el 2017, pero en 2022 fueron solo 16.500 y en el 2023 «todavía menos», asegura Everleny Pérez.
Y sigue con más ejemplos: la producción de arroz, que llegó a ser en un momento de unas 300 mil toneladas, este año será solo de un 10 por ciento de esa cifra. En el caso del frijol, otro componente básico de la dieta de los cubanos, solamente se ha logrado un 9 por ciento de la producción, si se compara con el 2016, que fue el año de mayor crecimiento, con más de 50 mil toneladas.
En cuanto al café, otro imprescindible en la canasta básica de los cubanos, el consumo interno demanda unas 24 mil toneladas, pero este año solamente se produjeron unas 9 mil (un 38 por ciento). Y así sucesivamente, «ya no se garantiza ni siquiera, el primer día de cada mes, lo que históricamente se cubría, inclusive en periodo especial e inclusive en la plena pandemia de la COVID», afirma.
Y mientras los consumidores luchan contra la creciente inflación y la escasez de bienes, el peso cubano (CUP) continúa perdiendo valor y se sitúa hace meses en mínimos históricos que tocan este lunes los 260 CUP por dólar en el mercado informal, menos de la mitad de su valor de hace un año, según tasa representativa del mercado informal (TRMI) que publica el medio independiente El Toque. Esto, en un país donde el salario promedio de un profesional de la salud o la educación superior ronda los 6.000 CUP mensuales.
Mientras, como nota positiva, apunta que «en el turismo es donde mejores resultados se ven», pero muy distantes del año 2019, el año antes de la pandemia, en el que Cuba alcanzó 4,2 millones de visitantes. Hasta septiembre de este año ─meses en los que se incluye la temporada alta─, apenas se había llegado a la mitad de esa cifra, con 1,8 millones, según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
El 11 de julio de 2021, miles de cubanos se volcaron a las calles de la isla a gritos de «Tenemos hambre», «Abajo la dictadura» o «Libertad», en unas protestas inéditas desde la revolución de 1959. Desde entonces y pese a las duras condenas impuestas a muchos de esos manifestantes, los cubanos parecen dudar cada vez menos en expresar públicamente su descontento con las autoridades, especialmente en los barrios más desfavorecidos del país.
Así, por ejemplo, en 2022, estallaron manifestaciones esporádicas contra los apagones o cortes de electricidad en varias provincias. En mayo pasado, decenas de personas se manifestaron contra la escasez de alimentos y medicinas en Caimanera, una pequeña localidad 1.000 km al este de La Habana. Y este fin de semana, un grupo de mujeres cerró una céntrica calle de la Habana Vieja, para protestar por la prolongada escasez de agua potable.
Al mismo tiempo, las elecciones parlamentarias en Cuba registraron, en marzo pasado, uno de los mayores índices de abstención desde el triunfo de la revolución de 1959. En la isla de sistema unipartidista, acostumbrada por décadas a la participación electoral casi unánime, uno de cada cuatro cubanos convocados a las urnas (el 24,08 por ciento) no acudió a votar. Para los analistas, se trata de un voto de castigo en medio de la grave crisis. Aunque el abstencionismo en las municipales de noviembre de 2022, con las protestas de 2021 aún más frescas, había sido incluso mayor, del 31,42 por ciento.
El Gobierno comunista cubano culpa en gran parte de estas crisis a las seis décadas de embargo económico de Estados Unidos para asfixiarle. Según sus cálculos, solo entre marzo de 2022 y febrero de 2023, el régimen de sanciones unilaterales estadounidenses causó a la isla pérdidas de casi 5 mil millones de dólares e impidió al PIB crecer un 9 por ciento. En total, las autoridades cubanas aseguran que ese «bloqueo» ha supuesto a su economía pérdidas de más de 159.000 millones de dólares.
EE. UU., por su parte, lo justifica como «un conjunto de herramientas para hacer avanzar la democracia y promover el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales» en el país caribeño.
Las sanciones limitan los vuelos y remesas a Cuba, las inversiones, las transacciones financieras y el acceso a créditos, presionan a los bancos que actúan como corresponsales de bancos cubanos, dificultan el acceso a tecnología para la producción biofarmacéutica, y más. Pero «no son responsables de que Cuba tenga que importar pollo de los propios EE. UU. y no lo produzca, ni de la debacle de la industria azucarera», ha precisado en el pasado a DW el economista cubano, Mauricio de Miranda, profesor en la Universidad Javeriana en Cali.
En los últimos dos años, la emigración supera el medio millón de cubanos, indica Everleny Pérez, hoy asociado al Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo. Según datos oficiales de la Patrulla Fronteriza estadounidense, solo en el último año, en torno al dos por ciento de los cubanos (más de 220 mil) habría intentado salir de la isla de alrededor de 11 millones de habitantes, lo que ha llevado a algunos expertos a hablar incluso de «despoblación».
Este éxodo récord y, por ahora imparable, que supera las cifras de todas las olas migratorias anteriores, se concentra además en el grupo más dinámico de la población, de 19 a 49 años, observa el economista cubano. En una isla con problemas demográficos, con una población ya muy envejecida, muchos jóvenes y adultos en edad laboral y fértil se están marchando «porque realmente en Cuba no ven un horizonte, no ven futuro», reconoce.
«Lo que Cuba necesita es una reforma integral», concluye Everleny Pérez. Pero se pregunta «si hay voluntad política para hacerla». Y recuerda que incluso Vietnam, con un sistema político similar, «demostró que realmente hay que jugar con el mercado de una forma más creciente».
*Imagen ilustrativa.
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