ARGENTINA
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Argentina elegirá presidente este domingo entre el ministro de Economía Sergio Massa, de la coalición justicialismo-izquierda, bajo cuya gestión la inflación anualizada llegó a 143% y la pobreza a 40%, y el líder libertario Javier Milei, que promete eliminar el Banco Central y dolarizar la economía.
Massa es un político profesional que prometió en 2022 bajar la inflación a 3 % mensual (más de 40 % anual) cuando asumió el cargo. Hoy el castigo mensual para la población no baja del 8 % y sin embargo tiene la posibilidad real de triunfar en las elecciones del domingo gracias a la poderosa maquinaria electoral del justicialismo que ha gobernado los últimos 16 años con resultados desastrosos.
Milei en cambio es un economista que nunca ha incursionado en la política. Hace dos años decidió crear un partido ─La Libertad Avanza─ que logró la increíble hazaña de canalizar el masivo descontento de la población con los políticos que los ve plagados de privilegios y cargados de denuncia de corrupción que no prosperan en la Justicia.
La corrupción de los políticos es un problema endémico en el país pero nunca se vio como en estos años la organización de maniobras delictivas como ahora, centradas especialmente en la concesión de obras públicas.
Cristina Kirchner ( 2007-11/15 y vice 2019/23 ) fue condenada en un tribunal de primera instancia con seis años de prisión por corrupción, pero la población sabe que gracias a la permisividad de las leyes que votan los políticos en el Congreso tiene un muy largo camino de apelaciones que la alejan de la sentencia.
«Muchos se ven sin alternativa. Hay un importante grupo de electores que siente mucho rechazo por ambos candidatos. Ellos pueden ser decisivos», opinó Benjamín Gedan, director del Proyecto Argentina en el Wilson Center de Washington.
Las encuestas apuntan a un empate técnico entre los dos aspirantes, y en ese panorama las decisiones de último momento serán cruciales.
«El país está dividido mitad y mitad. Yo voy a tomar la decisión en el último momento, después de haber sacado todas mis calculadoras», refirió Ernesto Velásquez, un empleado en informática de 41 años.
La politóloga Belén Amadeo, de la Universidad de Buenos Aires, explica que el amplio universo de los indecisos surge de la derrota de la conservadora Patricia Bullrich, de la coalición de centro-derecha Juntos por el Cambio, que en la primera vuelta del 22 de octubre sacó 24% de los votos, frente a 37% de Massa y 30% de Milei.
«Toda esa gente se desarticula. Hay un tercio de la población que no sabe por quién votar», explicó a la AFP, al referirse a los votantes de Juntos por el Cambio.
El panorama para el balotaje es ahora el de «minorías que se enfrentan, y mucha gente angustiada por su elección», dijo Amadeo.
Un indeciso suele sentir que su elección es la mejor entre dos malas opciones.
María López, una vendedora de 39 años, se declara «muy desconcertada», pero no quiere votar en blanco. «Ninguno de los dos candidatos me parece buena opción para sacar adelante el país con la crisis que tenemos. Pero son las opciones que hay», dijo.
En la calle, Juan Cruz Kosiak, un joven de 23 años, reparte volantes publicitarios. Trabaja en la informalidad y el mes pasado ganó 85.000 pesos (unos 252 dólares al tipo de cambio oficial), un poco más de la mitad del salario mínimo.
«Estamos en noviembre y no se puede planear más allá de Navidad», se quejó. «No puedo votar por ninguno de los dos candidatos, porque no votaría por una persona que hace propaganda política con una motosierra en la mano, ni tampoco voy a votar por Massa porque Massa-presidente no va a solucionar lo que creó Massa-ministro de Economía», explicó.
Hay quienes han decidido ya su voto, aunque con desagrado. Uno de ellos es Pablo Rivera, de 55 años, quien desde hace 30 mantiene un puesto de venta de flores en la calle, aunque ha perdido a varios de sus clientes que ya no se permiten pequeños lujos como comprarle un ramo.
«Si voto, voto a Milei, porque Massa es impresentable, pero tampoco me gustaría votarlo a Milei. Es una vergüenza este país», afirmó Rivera en el elegante barrio de Recoleta.
En cambio, para Margarita Pérez, una jubilada de 69 años que acude al mercado callejero de Isidro Casanova, en la periferia de Buenos Aires, el mal menor sería Massa.
«Me inclinaría por Massa porque ya lo conozco, pero la verdad que no sé», expresó. «Estamos cansados de estos presidentes que no hacen nada por nosotros. Milei me da miedo, no sé si es un hombre inteligente o un loco».
Pese a que Juntos por el Cambio (JxC, centroderecha) fracasara en su carrera hacia la Presidencia, se aseguró un número relevante de legisladores en el Congreso, lo que les da la llave de la gobernabilidad de Argentina: quien gane el próximo domingo estará obligado al diálogo y el consenso.
El director de análisis político de la fundación Directorio Legislativo, que promueve el fortalecimiento democrático y los poderes legislativos de América Latina, Leandro Domínguez, dice a EFE que el año próximo, el Parlamento argentino estará más fragmentado que el actual, creando una necesidad de diálogo entre el Ejecutivo entrante el 10 de diciembre y el Legislativo.
Dado que ningún partido político tiene los 129 diputados necesarios para obtener quórum propio o los 37 senadores para la mayoría automática, JxC ─la mayor coalición opositora del país─ podría aprovechar esta situación para imponer su agenda si logra ordenar su «casa».
El acercamiento al libertario Javier Milei del expresidente Mauricio Macri (2015-2019), tras las generales de octubre, hizo tambalear los cimientos de la alianza compuesta por Unión Cívica Radical y Coalición Cívica (centro) con Propuesta Republicana (Pro, derecha).
Un posible Gobierno del oficialista Sergio Massa recibiría apoyo del radicalismo, que evitó respaldar a Milei. El Pro apoyará a Milei.
«Juntos por el Cambio está sufriendo un proceso de renovación profunda y será clave cómo se posicionará. Si ganara Massa, esas tensiones se podrían matizar (por tener un rival en común), aunque Macri perderá peso en la interna del bloque y habrá lugar para construir un nuevo liderazgo», explica Domínguez.
De los 257 bancas que tiene la Cámara Baja, 108 los controlará el oficialismo de Unión por la Patria, 93 Juntos por el Cambio, 38 La Libertad Avanza (LLA) y los últimos 18 se dividen entre la izquierda, el peronismo disidente y partidos independientes.
«El 10 de diciembre, al menos, 35 diputados de JxC se podrán sumar al acompañamiento casi automático de Milei, pero eso no alcanza y se tendrá que negociar con esta ala opositora radical para poder llevar adelante su gobierno. Este tipo de mayorías van a ser recalculadas en cada discusión», agrega el experto.
En la Cámara Alta, de las 72 bancas, el peronismo se quedó con 35, la centroderecha con 24, los libertarios con siete, tres para disidentes y otros tres para independientes.
Una eventual Presidencia de Milei tendrá poder reducido en lo Legislativo, con una oposición peronista que le marcará el ritmo, mientras que Juntos por el Cambio lo condicionará, y ante la escasez de diálogo, deberá gobernar a base de decretos.
Por otro lado, el actual ministro de Economía podría sortear estas contingencias al mejorar su relación con los gobernadores provinciales que responden a JxC y al peronismo disidente en términos de coparticipación. Este año, las discusiones políticas en el Congreso se han destrabado por el poder de las provincias.
«Massa, con una agenda más tradicional en términos de relaciones entre provincias y Poder Ejecutivo, puede destrabar conversaciones a nivel Legislativo e instalar su propia agenda; más aún con la intención de un gobierno de unidad nacional, convocando a referentes de la oposición», amplía Domínguez.
Si en la coalición de JxC «no hay una vocación de diálogo» para que el Parlamento funcione, dependerá del Ejecutivo negociar pequeñas victorias para cada uno y obtener gobernabilidad a cambio.
«Ahí es donde se crearán nuevos liderazgos, figuras que empiecen a esgrimirse como la voz alternativa del Ejecutivo, quienes acompañen a Milei o Massa y quienes se posicionen como opositores de cara a un gobierno que, probablemente, deba ceder votos políticos para imponer su agenda», concluye el analista de Directorio Legislativo.
La oposición tendrá capacidad de acción para «rosquear» (negociar) y el consenso y diálogo del futuro oficialismo deberán estar aceitados para que cada proyecto pueda traducirse en una ley o en la burocracia de la parálisis legislativa.
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